PAÍS DE NATURALEZA
Marruecos, país de tradiciones y personalidad seductora, una tierra musulmana tan llena de misticismos que parece desplazarse como una alfombra mágica por algún lugar entre el mito y la realidad.
En Marruecos, la naturaleza está al alcance de todos: desierto, montaña, valle o mar harán las delicias de cualquier amante del verdor. Senderistas disfrutarán desde lo alto de las suaves altitudes del Rif hasta sus acantilados sobre el Mediterráneo y amantes de la pesca podrán deleitarse con la infinidad de truchas de sus lagos.
Tánger, Casablanca, Marrakech; bastan los nombres de estas tres ciudades para evocar el aroma de especias, sus calles estrechas, sus sabores, sus zocos.
A las puertas del desierto el viajante es invadido por el colorido y la inmensidad del Sahara. Es como retroceder en el tiempo y abrir los ojos ante un mundo de fortificaciones, de pequeñas casas, castillos bereberes como el de Kasbah, y fuertes abandonados por las legiones extranjeras.
Es un destino único y tentador, que siempre sorprende con su cocina altamente refinada y reconocida por sus fuertes combinaciones de sabores.
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